Tiempo y cambiouna interpretación relacional
- Gomez de Segura Abrantes, Mikel Henda
- Sebastián Álvarez Toledo Director/a
- Jon Pérez Laraudogoitia Codirector/a
Universidad de defensa: Universidad de Salamanca
Fecha de defensa: 20 de octubre de 2020
- Manuel Liz Presidente/a
- Ana Cuevas Badallo Secretario/a
- Valeriano Iranzo García Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
Todos los seres humanos compartimos la experiencia del tiempo, es algo esencial que está presente en todos los ámbitos de la vida humana. Nuestra percepción está claramente marcada por la temporalidad, los sucesos que percibimos se nos aparecen ordenadamente y nuestro cerebro los almacena en la memoria. Además, gracias a la ordenación temporal de la que es capaz nuestro cerebro, no confundimos nuestras percepciones pasadas con las presentes; menos aún con nuestras perspectivas sobre sucesos que esperamos o creemos que sucederán. Esta temporalidad también está reflejada en nuestro lenguaje; en este hay tiempos verbales que ordenan el relato y evitan incoherencias o contradicciones en el discurso. Gracias a la naturaleza temporal del lenguaje podemos afirmar que antes P y ahora ¬P, pero, sin ella, caeríamos en una contradicción evidente al afirmar que P y ¬P. No obstante, el tiempo no parece un fenómeno interno del ser humano, al menos, no exclusivamente. Cuando observamos el mundo, constatamos su constante cambio y advertimos que unas cosas dan origen a otras, o más bien, unas cosas se transforman en otras. Observamos que ciertos objetos o sistemas, se componen a partir de la descomposición y la combinación de otros objetos o sistemas. Además, este componente físico se nos presenta como una característica esencial del mundo que no es posible pasar por alto. No me estoy refiriendo a un fenómeno o realidad abstracta, sino a una característica fundamental que determina el éxito o el fracaso de los organismos vivos del planeta. Si no fuésemos capaces de adaptarnos a los cambios que se dan en el mundo difícilmente podríamos sobrevivir. Este es un hecho que podemos observar fácilmente en la naturaleza, incluso en los seres vivos que carecen de sistema nervioso central. El ciclo vital de las plantas está perfectamente sincronizado con los ciclos estacionales del planeta, así como con los ciclos de noche y día. Lo mismo ocurre con los animales, estos establecen una relación más estrecha aún con el tiempo: aprenden de la experiencia (pasado), son capaces de idear planes (futuro) para satisfacer sus necesidades (presente) y reaccionan ante sucesos imprevistos de su entorno, como un peligro inminente. El animal humano, concretamente, ha llegado a tal nivel en su relación con el tiempo, que ha dividido toda su existencia temporalmente. Fracciona la historia del mundo en eras, la de la humanidad en edades, planifica la duración de los estudios, la entrada y salida del mercado laboral, sincroniza las relaciones personales, el trabajo humano y el de las máquinas… En resumidas cuentas, nuestra realidad está impregnada de temporalidad. Sin embargo, a pesar de que a lo largo de la historia muchos pensadores han dedicado su atención a dilucidar qué es eso a lo que llamamos tiempo y qué relación tiene con el cambio, no ha sido posible llegar a un punto de acuerdo. Desde el inicio del debate quedaron retratadas, a grandes rasgos, las dos grandes ramas a través de las cuales se va a ir articulando uno de los temas más recurrentes de la filosofía del tiempo: la confrontación entre aquellos que defienden la naturaleza estática de la realidad (representada por Parménides de Elea) y los que afirman que la realidad es esencialmente dinámica, cambiante (representada por Heráclito de Éfeso). A este tema le siguieron muchos otros directamente relacionados, como la conexión entre el cambio y el tiempo, la irrealidad del cambio y la ilusión del fenómeno temporal, o la idea que introdujo Kant acerca de que el origen del tiempo está en nosotros, en cuanto condición a priori de nuestra experiencia, y no en el mundo. A su vez, el desarrollo de la ciencia moderna (sobre todo a partir de Newton), planteó nuevos problemas que llamaron la atención de los filósofos. Newton en su mecánica postulaba la existencia de un espacio y un tiempo absolutos y sustantivos. Pero estos son elementos teóricos inaccesibles a la experiencia, por lo que se inició un importante debate acerca de la interpretación de estos conceptos. Los defensores de la concepción relacional argumentaban que el espacio y el tiempo deben ser interpretados como el resultado de las relaciones e interacciones de los elementos que constituyen el universo; mientras que los defensores de la teoría sustantiva afirmaban que tanto el espacio como el tiempo eran elementos genuinos de la realidad. Asimismo, el carácter simétrico respecto de la inversión temporal de las leyes de la mecánica clásica resultaba llamativo. En nuestra experiencia observamos que la gran mayoría de los fenómenos son irreversibles; una vez que mezclamos la leche con el café, no podemos separarlos mecánicamente revirtiendo el movimiento. Del mismo modo, cuando utilizamos cualquier tipo de mecanismo, siempre se dan pérdidas energéticas que no se pueden recuperar. Este hecho nos resulta especialmente familiar a los seres vivos ya que somos sistemas irreversibles. Una vez perdida la juventud, esta no se puede volver a recuperar. Pero si nuestro mundo muestra este carácter irreversible allá donde miremos, ¿por qué las mejores teorías físicas que poseemos no lo reflejan? ¿cuál es la explicación de esta flecha temporal? Como veremos, algunos filósofos creyeron encontrar la respuesta en la Teoría Causal del Tiempo, mientras que otros creyeron más prometedora la explicación que aportaba la termodinámica. A su vez, la aparición y desarrollo de la teoría de la relatividad trajo más incertidumbres y más ámbitos para el debate filosófico. Algunos de estos ámbitos no eran nuevos, como el debate sobre la necesidad de interpretar el espacio-tiempo en términos relacionales o sustantivos. No obstante, la teoría introdujo algunos elementos nuevos al debate, como la relatividad del orden temporal según el marco de referencia. Dicho de otro modo, dos observadores en movimiento relativo no estarán de acuerdo en el plano de simultaneidad, para un observador un evento puede ser percibido como presente, mientras que para el otro este evento puede ser parte del pasado. Pero si existe una diferencia ontológica entre eventos pasados, presentes y futuros, ¿cómo podría la velocidad de un observador alterar el orden temporal de ciertos eventos? Algunos autores consideraron que la teoría apoyaba la concepción eleática del mundo, o lo que se ha denominado “universo bloque”. Según esta teoría, no existe diferencia ontológica entre eventos pasados, presentes o futuros, estos no son más que una ilusión causada por nuestro punto de vista derivado de nuestra posición en el espacio-tiempo. Esta visión ganó más fuerza con la unión del espacio-tiempo que realizó Minkowski en su reconceptualización de la Teoría de la Relatividad Especial de Einstein. En ella, los sistemas son descritos tetradimensionalmente, como si toda la historia del sistema estuviera determinada y a través de la teoría tuviésemos la posibilidad de acceder a secciones 3D del todo 4D. Esta es precisamente la función del concepto de línea del mundo, ofrecer una representaciones 4D de los sistemas. Hay muchas otras cuestiones cuya resolución, al igual que las mencionadas, dependen en gran medida del enfoque filosófico que se adopte para responder a los retos que suponen. Un empirista no analizará la cuestión del mismo modo que un idealista, o un realista ingenuo que una persona que opte por un enfoque meramente pragmático de las teorías científicas. Por ello, no es de extrañar que la teoría del universo bloque haya disfrutado de cierta hegemonía en el debate. En primer lugar, por la tendencia que algunos metafísicos tienen a considerar que nuestro lenguaje, o la lógica de este, guarda una relación estrecha con la realidad, lo que haría que una contradicción en nuestro lenguaje indicase inequívocamente una imposibilidad de cierta característica del mundo. Por otro lado, desde que el enfoque del empirismo lógico fue sucumbiendo a sus dificultades, su interpretación instrumentalista de las teorías científicas también fue perdiendo popularidad dejando espacio a interpretaciones realistas de las teorías y sus términos teóricos. Así, el debate sobre la existencia del espacio-tiempo fue inclinándose hacia el lado de los realistas, favoreciendo a su vez la concepción metafísica del universo bloque. Mi propósito en la tesis también se comprende por la influencia y la coherencia con cierta tradición filosófica, que podríamos englobar dentro de una forma de empirismo no dogmático. Entiendo que las conclusiones acerca de la naturaleza del mundo únicamente pueden justificarse a través de la experiencia, no creo que haya base para creer en esa estrecha relación o isomorfismo entre el lenguaje humano y el mundo; lo cual no significa que cada una de las creencias que tengamos deba estar justificada empíricamente, ya que el hecho de pertenecer a un sistema conceptual o teórico bien establecido empíricamente también resulta un elemento justificativo relevante. Por otro lado, mantengo ciertas características del realismo. Reconozco la independencia del mundo respecto del sujeto cognoscente. También, considero que las teorías científicas son herramientas que usa el ser humano para poder comprender, predecir y manipular la realidad, pero que en ocasiones nos resulta sumamente difícil establecer una diferenciación clara entre la herramienta y la realidad que esta nos ayuda a aprehender. Además, soy consciente de la simplificación que suponen las teorías científicas, de su carga ideal, así como sus características pragmáticas (en ocasiones su objetivo no es la representación o la explicación de la realidad). Por ello, a pesar de que las teorías nos informan acerca del mundo, la realidad en sí es algo que se nos escapa por la propia naturaleza de nuestro modo de conocer, por lo que no creo posible que la ciencia sea capaz en algún momento de alcanzar un conocimiento completo. Por último, creo que la función de la ciencia es la de explicar nuestra experiencia del mundo de un modo crítico, no sustituirla o negarla por el hecho de que su encaje en una teoría determinada sea problemático. Esto denota una actitud muy poco útil para el avance en la comprensión de nuestro entorno; si negásemos la existencia de todo aquello que no encaja bien en nuestras mejores teorías, la ciencia no avanzaría. Por todo esto, considero que debemos ser muy cuidadosos a la hora de interpretar las teorías o sus conceptos como estructuras que representan sin más la realidad del mundo. Por lo tanto, mi propósito es construir o al menos esbozar una posible teoría del tiempo que sea coherente con la concepción dinámica del mundo. Una teoría que en su base tenga el dinamismo expresado a modo de cambio y que a su vez sea compatible con nuestras teorías científicas más exitosas. Además, voy a apostar por una interpretación relacional del tiempo o, mejor dicho, del espacio-tiempo, donde el tiempo es la medida del cambio; medida que realizamos tomando por convención otros sistemas cambiantes que servirán como referencia métrica. Esta concepción del tiempo no es caprichosa, es el único hecho comprobable que poseemos del tiempo y nunca nadie ha tenido ni tendrá una experiencia temporal que pueda rebasar la experiencia del cambio. Esta teoría tiene un claro rival, la teoría del universo bloque, por lo que, para comprender mejor mis afirmaciones, será necesario tenerla como trasfondo. Asimismo, trataré de dar respuesta a los retos que esta teoría plantea a la visión dinámica que voy a defender. Por lo que el segundo objetivo de la tesis es dar respuesta tanto a los argumentos metafísicos como a las diferentes interpretaciones de la teoría de la relatividad que sustentan la teoría del universo bloque y que podrían representar serias objeciones a la teoría relacional que voy a defender. Soy claramente consciente de que esta discusión que voy a tratar es de naturaleza filosófica y que por tanto no puede decantar el debate hacia un lado u otro, ya que esto depende de muchos factores, como los valores epistemológicos, filosóficos, estéticos, interpretación de las teorías, etc. No obstante, sí que estoy convencido del valor de los argumentos que se van a exponer aquí. La tesis está dividida en dos secciones. En la primera, trato de establecer la base de la teoría relacional que voy a defender, mientras que en la segunda voy a confrontar los argumentos sostenidos por los partidarios del universo bloque y voy a tratar de darles solución desde la perspectiva defendida en la primera sección. La primera sección, está dividida a su vez en cinco apartados. En el apartado 1.1 se realiza un recorrido a lo largo de la formación de la concepción de tiempo que poseemos en la actualidad. Con ello, pretendo mostrar cómo las distintas concepciones del tiempo que la humanidad ha ido adoptando a lo largo de la historia han sido altamente dependientes de las condiciones materiales que las rodeaban. Pretendo construir un relato coherente en el cual se vea que nuestra concepción lineal del tiempo es el resultado de un proceso histórico que ha tenido diferentes fases en función de qué realidades resultaban más relevantes para el ser humano. Así, mientras la humanidad fue cazadora y recolectora, su dependencia de los ritmos naturales hizo que prevaleciese la visión circular o cíclica del tiempo. Por el contrario, la religión monoteísta, primero con el zoroastrismo y posteriormente con las religiones del Libro, impuso una visión del mundo lineal, dotada de un inicio y de un fin. En la actualidad, la visión del tiempo que poseemos en occidente sigue obedeciendo a la misma lógica lineal introducida por la religión. Asimismo, dada la relevancia que la ciencia posee hoy en día, no resulta sorprendente que muchos pensadores adopten esos mismos esquemas conceptuales para interpretar la realidad. En el apartado 1.2, voy a exponer una breve historia del origen de la disputa entre la concepción relacional y la sustancial del tiempo. Veremos que esta disputa tiene un origen marcadamente verificacionista; mientras Newton no tenía inconveniente en aceptar la existencia del espacio y el tiempo absolutos y sustanciales a pesar de ser consciente de la imposibilidad de su medida, los defensores de la teoría relacional no aceptaban la existencia de entes que no pudieran ser percibidos y que cuya existencia apenas poseía capacidad explicativa alguna. Expondré algunos de los argumentos más relevantes que se dieron en contra de la concepción sustantiva, muchos de los cuales vinieron de la mano de Leibniz, y de la interpretación y soluciones propuestas al experimento del cubo que planteó Newton . Finalmente, analizaré cómo influyó la llegada de la teoría de la relatividad en el debate y aportaré algunas alternativas que justificarían una interpretación relacional del concepto de espacio-tiempo de la teoría de la relatividad general. Por su lado, el apartado 1.3 estará destinado a analizar una de las teorías reduccionistas más influyentes, la teoría causal del tiempo (TCT). Tal y como veremos, una vez que aceptamos que podemos explicar la naturaleza del tiempo o de la dinámica del universo sin recurrir a dimensiones sustantivas, como el tiempo, debemos encontrar el modo de explicar las características que este parece exhibir. Una de las más relevantes es sin duda la asimetría temporal, la cual hace que ciertas cosas sucedan siempre antes que otras y que unos sistemas den origen a otros. Esta teoría trata de reducir las relaciones temporales a relaciones causales, de modo que podemos establecer que las causas siempre preceden a sus efectos y basar en esta relación la asimetría temporal. También presentaré los problemas que la TCT posee para aportar una definición adecuada del tiempo y justificar la irreversibilidad. En el apartado 1.4, analizo otro intento de reducir las relaciones temporales al incremento o reducción de los niveles de entropía que posee el universo como sistema. Según este intento de reducción, la segunda ley de la termodinámica sería la responsable de la flecha temporal al establecer que el nivel de entropía de los sistemas siempre aumenta hasta llegar al límite entrópico máximo del sistema en el cual permanecería para siempre. De este modo, se identifican los estados de entropía baja con el pasado, mientras que los estados de alta entropía se corresponden con el futuro de los sistemas. No obstante, esta estrategia también debe enfrentarse a serios problemas. En primer lugar, la termodinámica, tras ser reducida a la mecánica estadística, deja de ser una teoría de naturaleza irreversible para convertirse en reversible y, por lo tanto, se ve afectada por el teorema de la recurrencia de Poincaré. Según este, un sistema cerrado volverá a estados arbitrariamente cercanos al estado inicial, si poseemos el tiempo suficiente. Esto es, este teorema amenaza la posibilidad de establecer la flecha temporal a través de la teoría termodinámica. Por otro lado, para que este método de reducción sea aceptable deberá mostrar que todo proceso irreversible es un proceso termodinámico y por el momento esto no está del todo claro. El 1.5, será el apartado final de la sección. En él, voy a tratar de establecer cómo debe entenderse la relación entre cambio y tiempo. Para ello, comenzaré con una genealogía de la métrica del tiempo, en la que se podrá ver que más allá de la medición del cambio mediante otros sistemas cambiantes que utilizamos como referencia, no se entiende la historia ni la práctica de la medición temporal. También aportaré una definición de cambio, donde lo consideraré como un elemento básico de la realidad que no puede ser reducido a ningún otro. Una vez establecido el marco teórico adecuado, respondo a algunas críticas habituales contra la noción de cambio. Trataré de dar respuesta a las paradojas de Zenón; al problema de la velocidad del paso del tiempo, o reformulado para nuestra situación, el problema de la velocidad del cambio; para finalmente abordar la generalmente aceptada interdependencia del cambo y el tiempo, interdependencia que trataré de negar. Ya en la segunda sección, discutiré aquellos argumentos que sostienen la visión estática de la realidad. En el apartado 2.1, abordaré las críticas más relevantes provenientes del ámbito de la metafísica, concretamente, trataré de superar el argumento de la irrealidad del tiempo de McTaggart, no sin antes haber enmarcado dicho argumento y actitud hacia la realidad dentro de una tradición filosófica determinada. Asimismo, expondré los rasgos principales de la discusión que surgió posteriormente entre los teóricos que defendían una visión estática de la realidad (serie B) y los que defendían una realidad dinámica en la que el presente posee un estatus ontológico privilegiado (serie A). También trataré de mostrar que el método empleado en este debate no puede conducirnos a dilucidar la naturaleza del tiempo, dado que descansa sobre un realismo lingüístico excesivo y no existe razón alguna para pensar que las estructuras y lógica de nuestro lenguaje deban corresponderse con la realidad. De estas dos series temporales A y B, surgen diferentes modelos de existencia como lo son el presentismo, el universo bloque o el bloque creciente. La diferencia fundamental estriba en qué es lo que existe en cada uno de ellos. En el primero solo el presente es real o existe, mientras que en el bloque creciente existen el presente y el pasado, y en el universo bloque, dado que el presente es consecuencia de un punto de vista determinado, no se hacen distinciones ontológicas entre pasado, presente y futuro; todos los eventos son igualmente reales y existentes. Para superar estos modelos de existencia voy a proponer un criterio de existencia, según el cual, solo existe aquello con lo que se puede interactuar. Este criterio descarta eventos pasados y futuros, por lo que habrá que tratar de responder al problema de los truthmakers, el cual afirma que, si el pasado y el futuro no tienen existencia, no poseeríamos nada que hiciese verdaderas las proposiciones sobre el pasado y el futuro. Finalmente, en el apartado 2.2, voy a tratar las interpretaciones que se han hecho de la teoría de la relatividad que conducen al universo bloque. En primer lugar, voy a presentar el argumento que afirma que la teoría de la relatividad requiere de un mundo tetradimensional. De lo contrario, se afirma, los efectos relativistas carecerían de sentido. Pero, como veremos, la teoría de la relatividad fue formulada primeramente en una geometría tridimensional, por lo que el requisito del 4D no parece sostenible. Posteriormente, trataré el célebre argumento formulado por Putnam, según el cual, la relatividad de la simultaneidad implica la preexistencia y determinación de todos los eventos. No obstante, voy a defender que ese resultado implica ciertos presupuestos metafísicos que no se encuentran en la propia teoría, por lo que son evitables. Finalizaré con una reflexión acerca de la actitud respecto de las teorías científicas y sus conceptos. Considero que el debate que se ha dado en torno al realismo científico resultaría de gran ayuda si lo aplicásemos a la filosofía del tiempo; nos ayudaría a adoptar posturas menos extremas dada la naturaleza y la falibilidad de las teorías científicas.