Regionalismo político en México en el periodo 2000-2007¿un fenómeno que resurge?

  1. VILLASANA DAVILA, JAIME
Dirigida por:
  1. Francisco José Llera Ramo Director/a

Universidad de defensa: Universidad del País Vasco - Euskal Herriko Unibertsitatea

Fecha de defensa: 21 de octubre de 2011

Tribunal:
  1. Joaquín María Molins López-Rodó Presidente/a
  2. José Manuel Mata López Secretario/a
  3. Antonia Martínez Rodríguez Vocal
  4. Pablo Oñate Rubalcaba Vocal
  5. Jacobo García Álvarez Vocal
Departamento:
  1. Historia Contemporánea

Tipo: Tesis

Teseo: 320019 DIALNET lock_openTESEO editor

Resumen

El presente trabajo de investigación doctoral se enfoca en el análisis de los factores institucional, electoral, grupal, tecnológico, partidos locales e identitario como agentes alimentadores del regionalismo político en México en el periodo 2000-2007. Se busca descubrir si la incursión y/o regeneración como tales dentro del escenario político mexicano se potencializaron en medio de un periodo de transición política compleja luego del desmoronamiento de un régimen político de corte semi-autoritario (priísmo) que, durante más de siete décadas, trató de cohesionar regiones con identidades socio-políticas-culturales muy particulares como consecuencia de su evolución histórica, así como de limitar el reforzamiento de poderes políticos locales, en el camino de la búsqueda de la consolidación nacional. El primer capítulo acude al pensamiento de Mario Caciagli y Robert Dickinson para ubicar una definición conceptual del regionalismo, junto con sus tipologías, al tiempo de comentar el no abordaje del federalismo como estructura política o bien a su vertiente radical. Se argumenta igualmente sobre los factores seleccionados como herramientas para desmenuzar el regionalismo mexicano así como los ignorados premeditadamente, la metodología implementada y las fuentes de información consultadas. También se detalla el plan de análisis, las fuentes principales de información y se justifica la selección de referencia en el tiempo (2000-2007), un periodo en el cual la nación mexicana no obtuvo los resultados esperados con soluciones a esas fallas estructurales y superestructurales presentes desde décadas atrás. En el segundo capítulo, el de mayor extensión debió a la amplitud del tema, se despliega el factor institucional en los estados mexicanos, entes inicialmente olvidados en el proceso de democratización y de reforma jurídico-política, hecho no acontecido a nivel municipal y federal. El capítulo se inicia con la revisión al añejo y serio problema de delimitación territorial entre estados, un eterno desafío constantemente evitado e inspirador de conflictos políticos interestatales. El resurgimiento de tensiones territoriales fue una seria realidad que ameritó el envío de fuerzas federales a uno de los conflictos. Se agrega al marco analítico el reclamo de dos regiones (La Laguna y La Huasteca), para su erección como las entidades 34 y 35, un fenómeno ignorado pero sin duda otro representador de tensión regional y por lo tanto fuente de regionalismo tanto interestatal como intraestatal. En este mismo capítulo, por momentos desarrollado a manera de una crónica de acontecimientos subsecuentes, se revisan algunos de los discursos políticos de gobernadores. Para el capítulo tres se aborda lo relacionado al factor electoral estatal y su impacto en la definición del mapa geopolítico mexicano, un ingrediente aparentemente sumador al resurgimiento del regionalismo mediante la emisión del voto ciudadano, situándose detrás del mismo una simpatía hacia una determinada ideología política en sincronía con las características idiosincráticas locales. El resultado de la elección presidencial del 2006, dibujante de un país pintado de color azul panista en el norte y de amarillo perredista en el sur, es una pieza más de un rompecabezas electoral tal como también lo son el perfil personal de los gobernadores de ese momento histórico y las elecciones a gobernador y diputados locales de los últimos años. El cuarto capítulo se concentra en detallar el factor grupal, aterrizado en el asociacionismo político llevado a cabo principalmente por los gobernadores del norte bajo un mecanismo en funcionamiento desde 1980 denominado Conferencia de Gobernadores Fronterizos (CGF). En la misma zona se destaca un subgrupo de estados con profundos lazos históricos y culturales; el Noreste, conformado por Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas más la incorporación de Chihuahua, debido a su frontera con Texas. Respecto del sur se analiza brevemente el fracaso del Plan Puebla Panamá como mecanismo de integración interestatal así como el naciente grupo político denominado Integración de Gobernadores de la Región Sur-Sureste (IGRSS), el cual pudiera seguir la misma senda de la CGF, aunque en sus primeros dos años de existencia no lo fue así. Otro factor abordado es el tecnológico (capítulo quinto) y para ello se acude a la Internet tanto como fuente de información y como un espacio virtual albergador de ideas promotoras del regionalismo. Se examinan algunas de las páginas de Internet separatistas-regionalistas generadas en Estados Unidos de América (EUA) y Canadá como punto de referencia y de contraste para enseguida analizar las páginas mexicanas, todavía a principios de la década con bajos estándares tecnológicos, interactivos y organizativos respecto de las estadounidenses y canadienses pero que vieron acrecentarse luego de la aparición de las redes sociales como el Facebook. Otro punto diferenciador es el anonimato de sus participantes (hasta ahora virtuales) aunque comienzan a darse indicios de movimientos cuya pretensión es pasar de virtuales a físicos, como acontece en los dos países norteamericanos primero mencionados. Un tema final en este capítulo es el análisis frontal de uno de los argumentos más asistidos entre los regionalistas virtuales; el aparente favoritismo presupuestal al Distrito Federal en detrimento de los estados. En el sexto capítulo se hace un análisis de la fuerza institucional y electoral de los partidos locales (también conocidos en otros lares como Partidos No Estatales ¿PANEs), para luego ser contrastada con la de sus homólogos españoles, quienes juegan un rol primario para el sostenimiento de los nacionalismos periféricos. Se pudiera pensar que en un Estado federal como México (al menos en teoría), estos institutos políticos gozarían de una base electoral mínima, arraigo social destacado y con actuaciones políticas sobresalientes tanto en el contexto local como en las jornadas electorales, amén de proclamar a su entidad como un territorio con características especiales merecedor de un trato único. Pero al tratarse de un país con vocación centralista, en la práctica el reto de sobrevivencia de estos organismos se vuelve dificultoso, además habría de sumar las limitaciones legales a las que están sometidos, como la imposibilidad para postular candidatos en elecciones federales. Finalmente, el factor identitario se aborda en el capítulo séptimo y bajo su estructura se confronta al nacionalismo versus regionalismo en México. Si bien para Vizcaíno todavía a principios del siglo XXI el nacionalismo de Estado ha conseguido ¿que ni los movimientos políticos ni las ciencias sociales definan a las minorías étnicas como naciones¿ (2004: 31), no debe desatenderse que en México el activismo principal en este inicio de siglo y en términos nacionalistas no se ubica en tales minorías étnicas. Se ubica en otra plataforma; en las diferencias regionales cada vez más profundas generadas por un federalismo disfuncional protector de intereses particulares y partidistas. En el mismo capítulo séptimo se acude igualmente al tema de las identidades regionales y la construcción reciente de símbolos matrios como los himnos y banderas locales, los cuales compiten con los pares patrios por el sentimiento de los ciudadanos comunes.