Capital intelectual como fuente de valor en la gestión de bienes comunalesel caso de las comunidades de montes en Galicia

  1. Zugazagoitia Rodríguez, Beatriz
unter der Leitung von:
  1. Carlos María Fernández-Jardón Doktorvater/Doktormutter
  2. Francisco Xavier Martínez Cobas Doktorvater/Doktormutter

Universität der Verteidigung: Universidade de Vigo

Fecha de defensa: 11 von Mai von 2024

Gericht:
  1. Félix Javier López Iturriaga Präsident/in
  2. Elena Shakina Sekretär/in
  3. Leire San Jose Vocal

Art: Dissertation

Zusammenfassung

Los bosques juegan un papel medioambiental a través de su efecto en la atenuación del cambio climático, la conservación de la biodiversidad, la mejora de la calidad del agua y la lucha contra la desertificación, que benefician al Planeta en conjunto. Además de su vertiente ecológica, se viene reconociendo su función social, económica, cultural, e incluso espiritual, en apoyo de la identidad y cultura de las comunidades (Resolución Parlamente europeo 13/09/2022). En aras de una gestión forestal más eficiente y adaptada al entorno social, diversos autores proponen modelos de gestión descentralizada (Di Girolami et al., 2022; Maryudi et al., 2018) o de gestión forestal comunitaria de los ecosistemas para mejorar el bienestar humano (De Moura et al., 2021). Se estima que cientos de millones de hectáreas de diversos tipos de ecosistemas son recursos comunales autónomos, Common Pool Resources (CPR), conservados por las comunidades locales (ICCAS), según lo definido por las Naciones Unidas (Kothari Corrigan C. Jonas H. Neumann A. and Sumun H. 2012). En Galicia la gestión comunal de los bosques, a través de las Comunidades de Montes Vecinales en Mano Común (CMVMC), es una institución que pervive desde el alto medievo hasta nuestros días, con pleno reconocimiento legal y social. Los bosques ya no son simplemente una fuente de madera u otros productos, sino que cobran valor contribuyendo a la reducción del CO2 en el aire, juegan un papel fundamental en el ciclo y conservación del agua y se han convertido en áreas de recreo, especialmente en países desarrollados (Bravo & De Moor, 2008; Lana & Iriarte-Goñi, 2015). Los beneficios de los bosques comunales incluyen la conservación de bosques resilientes, recursos naturales y ecosistema, incluyendo beneficios para la sociedad como servicios culturales, recreacionales, educativos, suministro de agua y conservación de la fauna salvaje (Hovis et al., 2022). Más allá del reconocimiento del valor económico a través de la huella de carbono la identificación del valor generado por la gestión comunal de los bosques para la sociedad supone un instrumento a su vez de legitimación de la comunidad frente a la sociedad (Ebrahim et al., 2014), contribuyendo a su desempeño en cuanto a entidades sociales (Bagnoli & Megali, 2011; Bontis et al., 2018) . En un escenario más local, el mantenimiento de los bosques autóctonos, de la biodiversidad, de los valores antropológicos asociados y el uso social del bosque, suponen un cambio en los objetivos de gestión de los bosques comunales, que trascienden a los de los propios componentes del grupo local para abrirse a los de la sociedad en general (Marini Govigli and Bruzzese 2023; Sarker 2020). La gestión de los bienes comunes es un problema que ha sido analizado a lo largo de la historia. Hardin, en la tragedia de los comunes, sugiere la dificultad de gestionar estos bienes y la casi imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre su gestión eficiente ( Hardin 1968). Ostrom señala que tradicionalmente ha habido casos de éxito en la gestión de los bienes comunes, señalando una serie de principios que facilitan el éxito en dicha gestión (Elinor Ostrom 1990). Giovannetti y otros relacionan los principios con la gestión de las cooperativas (Giovannetti, Bertolini, and Russo 2021) y Grashuis y Dary utilizan el marco de referencia de Ostrom en las cooperativas de agricultores, considerándolas instituciones de propiedad común, sugiriendo que hay una serie de instituciones que facilitan la gestión de la propiedad comunal (Grashuis and Dary 2021). El capital intelectual se ha revelado como un instrumento adecuado para crear valor, no solo económico, sino social y medioambiental; sin embargo, no se conocen estudios que analicen el efecto del capital intelectual en la gestión de los bienes comunales, si bien, una línea de trabajo conecta, principalmente desde un enfoque sociológico, el capital social con la acción colectiva, concepto implícito en la gestión de los bienes comunales (Elinor Ostrom and Ahn 2003, 2007). Los principios propuestos por Ostrom (1990, 1999) señalan que existen una serie de elementos del capital intelectual que facilitan la gestión de los recursos comunales (Elinor Ostrom 1990, 1999). Ahora bien, apenas existen estudios que analicen la conexión entre capital intelectual y los recursos comunales o common pool resources, (CPR). El concepto de capital intelectual, introducido por primera vez por Galbraith en 1969 (Bontis 2001) en referencia a la diferencia entre el valor de mercado y el valor contable de una organización (Edvinsson and Sullivan 1996; Martín-de-Castro et al. 2011; K. E. Sveiby 1997), ha sido desarrollado desde la década de los 90, existiendo en la actualidad cierto consenso en la división en tres componentes principales: Capital humano, capital estructural y capital social, incluyendo este último el capital social externo, abarcando las relaciones con terceros, y el capital social interno, que incluye las relaciones intraorganización (Martín-de Castro, Díez-Vial, and Delgado-Verde 2019). El término desempeño, o performance, en la literatura de gestión, se refiere a la forma de alcanzar los objetivos predeterminados por una entidad, y, por tanto, estando íntimamente ligado a su misión y objetivos, a sus circunstancias, y a la evolución del entorno y de la propia entidad, debe entenderse como un concepto amplio, abierto y cambiante. El desempeño no es un concepto unitario (Camelia and Luminita 2013; Pedro, Leitão, and Alves 2018) El enfoque basado en el capital intelectual, Intellectual Capital Based-View (ICV) se ha orientado a mostrar cómo los activos intangibles generan valor en las organizaciones (Martín-de-Castro et al. 2011). En el ámbito de gestión de los bienes comunales, la primera aproximación se realiza a través del capital social, que es un elemento del capital intelectual. Diferentes autores han propuesto la conexión de la acción colectiva como forma de gestionar los recursos comunales (Miguel Laborda-Pemán and De Moor 2013; Elinor Ostrom 1990; Rudel 2011), vinculando el capital social con el nacimiento y desarrollo de la acción colectiva (Bray, Duran, and Molina 2012; Call and Jagger 2017; Dinda 2008; Halimatussadiah, Resosudarmo, and Widyawati 2017; Ido 2019). Existe una línea de investigación consistente que analiza la interrelación entre los distintos componentes del capital intelectual en diferentes tipos de organizaciones, especialmente en las empresas con fines de lucro (Bontis 1998; Bontis, Chua Chong Keow, and Richardson 2000; Cabrita and Bontis 2008; Cabrita and Landeiro Vaz 2006; J. Chen, Zhu, and Yuan Xie 2004; Cleary 2015; Carlos María Fernández-Jardón and Martínez-Cobas 2019; Carlos Maria Fernández-Jardón and Susana Martos 2012; Hsu and Fang 2009; Kianto, Sáenz, and Aramburu 2017; Kim et al. 2012; Maditinos, Ševi, and Tsairidis 2010), y también una línea más reciente respecto a empresas sin fines de lucro o sociales (Kamaluddin and Bakar 2019b; Mesa 2010; Sánchez-Hernández and Castilla-Polo 2021; Sgrò et al. 2020). No obstante, no hay estudios centrados en los bienes comunales. Es posible, sin embargo, suponer que el capital intelectual podría desempeñar un papel importante en su éxito. El objetivo de este trabajo es el de analizar como el capital intelectual contribuye a la gestión de los bienes comunales y a su desempeño, entendido desde las perspectivas social, económica y medioambiental. Con ello se pretende contribuir, desde el punto de vista académico, a cubrir el vacío de investigación sobre el capital intelectual y la gestión de bienes comunales, desde la Visión Basada en el Capital Intelectual, determinando cuáles son los principales componentes del capital intelectual en la gobernanza de los comunales, cuáles son sus relaciones, y cómo el capital intelectual influye en el desempeño. En el caso gallego, donde se intuye (en base a la pequeña escala de los bosques gestionados), escasez de capital físico al margen del propio recurso gestionado, el capital intelectual se perfila como un elemento clave de la gestión de los bienes comunales, especialmente en su componente de capital relacional en términos de colaboración. Las anteriores circunstancias, así como la carencia de medios humanos más allá de los propios comuneros, la necesaria rotación en los órganos ejecutivos y representativos, por su carácter libre y voluntario, nos llevaron a presumir una estructura organizativa débil, que se esperaba sea compensada por la implicación de los comuneros, en forma de cultura comunitaria, capital humano a través de los gestores y relaciones externas en forma de cooperación. Se pretendía conocer cuáles son los concretos elementos del capital intelectual presentes en las comunidades de montes gallegas, relativos a capital humano, tanto el presente en los miembros de la comunidad como en sus gestores y empleados; capital estructural; y capital relacional, tanto interno con externo, analizando las relaciones entre los distintos componentes, tratando de entender cómo funcionan las interacciones, y se profundizando en el concepto de desempeño, superando la concepción del desempeño económico, abarcando aspectos sociales y medioambientales, para después analizar de qué modo los distintos elementos del capital intelectual influyen en el desempeño en sus distintas facetas. Metodológicamente el trabajo se inicia mediante el estudio de la autogestión de los bienes comunales, intentando comprender sus características y cómo estas pueden estar relacionadas con el éxito de su gestión, y ello nos llevó al análisis de la literatura relacionada con los CPR y la acción colectiva, pero también a una toma de conocimiento de las características e idiosincrasia de las CMVMC de Galicia. En el ámbito de estudio del capital intelectual se realizó un análisis de la literatura, primero desde un punto de vista conceptual, que vendrá a coincidir con las primeras etapas de este campo de estudio, para luego adentrarnos en los estudios empíricos, ya más actuales, que buscan la relación entre capital intelectual y desempeño. Se analizaron también las líneas de trabajo en el campo de la gestión forestal, centrándonos en la relación entre los diferentes conceptos sugeridos en la literatura sobre gobernanza forestal y bienes comunes y los del capital intelectual, para establecer la relación existente entre los distintos campos de estudio. Asumiendo que existe una conexión teórica entre los campos de estudio de la gobernanza forestal y los bienes comunes, y los constructos teóricos del campo del capital intelectual, los hallazgos empíricos sobre cómo el capital intelectual influye en el desempeño podrían ser aplicables en la gestión comunal de los bosques. El trabajo se ha basado en las Comunidades de Montes Vecinales en Man Común gallegas, que son un claro ejemplo de éxito de gobierno comunal que ha pervivido en el tiempo como una forma de aprovechamiento grupal vinculada con la subsistencia en medios rurales, sistema que se identifica en el noroeste de la península ibérica con la caída del imperio romano (Carvajal Castro, 2021), y que, especialmente en Galicia, por su dispersión geográfica, y la difusión de la Iglesia, se vino asociando a las parroquias, manteniéndose el vínculo vecinal frente al administrativo, al contrario de lo que sucedió en Castilla, donde la identificación del grupo, menos disperso, con el municipio dio lugar a la propiedad pública (Nieto, 1964). Su reconocimiento legal se produce primero jurisprudencialmente por la AP de la Coruña a partir de 1954, ratificada por el TS en 1957, pasando posteriormente a su reconocimiento legislativo. En la actualidad su reconocimiento legal es pleno y en el se ratifica su carácter democrático y asambleario, su potestad de autorregulación y el régimen de propiedad privada por un sistema germánico, sin asignación de cuotas, por aquellos vecinos de un núcleo con casa abierta, y se establece como garantía de la preservación de la propiedad comunal el carácter indivisible, inalienable e inembargable del monte. Galicia concentra el 7,34% de la superficie forestal total española, siendo más del 99% del suelo forestal gallego privado, y dentro de este el suelo comunal asciende al 22%, cifra que resulta relevante por cuanto la parcela media de propiedad privada individual es de tan solo es de 0,26 ha, superficie que dificulta una adecuada explotación, mientras que la superficie media del suelo comunal se eleva a 219,48 ha por monte. Bajo la costumbre y con el amparo de este marco legal, las CMVMC presentan todas las características de lo que la doctrina viene llamando CPR, recursos naturales de cuyo acceso y aprovechamiento es difícil excluir a los usuarios que acaban siendo autogestionados por sus usuarios; superficies de bosques gobernados colectivamente por comunidades locales, considerando estas como como el grupo social que vive en un pequeño espacio delimitado, con una estructura social homogénea, frecuente interacción e intereses y normas compartidas (Agrawal & Gibson, 1999; Guadilla-Sáez et al., 2020). En cuanto al acceso a la información, si bien en Galicia existe un registro administrativo de CMVMC, competencia de la Xunta de Galicia, la falta de depósito y publicidad de información financiera y de gestión, y un elevado grado de incumplimiento de obligaciones administrativas con la Xunta de Galicia, dificulta el acceso a la información de estas. Así, aunque se dispone de datos agregados publicados por la propia administración en el Anuario de Estadística Forestal de Galicia 2019, el último publicado en 2020, y un censo de comunidades, no existe información alguna, ni de carácter personal, ni de datos de contacto, que permita acceder a las mismas. Por ello la primera aproximación a las comunidades, para toma de conocimiento, se ha realizado por contactos personales, asistencia a reuniones de asociaciones, mancomunidades, foros especializados, así como reuniones con funcionarios y cargos institucionales de la Xunta de Galicia, singularmente de la Consellería de Medio Rural. Este conocimiento permitió diseñar y testear la encuesta que serviría para la recopilación de la información base del estudio. La falta de datos de contacto imposibilitó el acceso a un muestreo estadístico, y solo la colaboración desde la Consellería de Medio Rural, remitiendo la encuesta a las CMVMC que se encontraban al día en el cumplimiento de sus obligaciones, hizo posible la obtención de datos procedentes de las comunidades que respondieron a la encuesta remitida. A partir de los datos recabados se llevó a cabo el análisis econométrico para la obtención de los resultados que se presentan y discuten en el presente trabajo. Se obtuvieron 362 respuestas a la encuesta, lo que supondría un 12% del total de la población, que asciende al 20% si se calcula sobre aquellas que cumplen sus obligaciones administrativas. Para comprender los elementos de capital intelectual presentes en los modelos de gobernanza de las comunidades de montes gallegas se realizó un análisis de componentes principales (PCA) para agregar, por un lado, los diferentes componentes de capital intelectual en cada uno de sus subcomponentes (capital humano, estructural y relacional), y por otro los del desempeño, seguido de una rotación oblimin (0.5) no ortogonal, permitiendo correlaciones entre cada subcomponente, lo cual facilita investigar la posible relación entre ellas. Para el Capital Humano se identificaron dos componentes principales, que explican el 70% de la varianza acumulada, habilidades de los comuneros; y habilidades de los gestores y empleados, que incluyen educación, capacidades, habilidades, actitudes y motivación. Relacionado con el Capital Estructural, se identificaron cinco componentes que explican el 67% de la varianza acumulada, capacidad de organización, incluyendo el sistema organizativo, la aplicación tecnológica y la capacidad de gestión de la organización; capacidad administrativa, que abarca la presentación de informes a la asamblea; capacidad de gestión forestal, en cuanto a instrumentos de ordenación forestal, subcontratación, referido al aprovechamiento forestal y cultura, comprende los valores y actitudes compartidas por los comuneros. A nivel de capital estructural también, es importante la conservación del conocimiento ante los cambios en los equipos de gestión, por lo que habrá de invertirse en los medios para evitar la pérdida de conocimiento. Se identificaron tres componentes para el capital relacional, que explican el 66% de la varianza acumulada, cooperación, incluyendo proveedores, clientes, universidades o entidades tecnológicas y técnicos o expertos; asociacionismo, incluyendo la pertenencia a asociaciones o la integración en mancomunidades; y clima de social o de la entidad, referido a las relaciones con los comuneros. Los resultados señalaron que la cultura fue, en términos de media, el componente más valorado de los subcomponentes del capital intelectual, seguido del relacionado con el capital relacional interno, el clima social, que constituye el capital social. El capital humano, especialmente relacionado con directivos y empleados, y menos importante en el caso de los comuneros, y el capital relacional, especialmente en términos de cooperación, están presentes y muy valorados en las comunidades. Se encontraron correlaciones positivas significativas entre las habilidades y la cultura de los comuneros y entre las habilidades de los comuneros y la capacidad organizativa. Las habilidades de los gerentes y empleados están moderada y significativamente correlacionadas con la cooperación, mientras que la capacidad organizativa y la cooperación están fuertemente correlacionadas. Respecto al desempeño se identificaron dos componentes principales que explican el 61% de la varianza acumulada, objetivos medioambientales, sociales y culturales, que incluyen por un lado el mantenimiento de la biodiversidad, el del bosque autóctono, la reducción del impacto del fuego y por otro el mantenimiento de la cultura y costumbres de la comunidad y del patrimonio arqueológico, y finalmente el uso lúdico del monte; y objetivos económicos, centrados en la obtención de rendimientos económicos y la reinversión de los excedentes en el propio monte y en la parroquia. La identificación de objetivos económicos y objetivos sociales es congruente con su carácter de entidades sociales, existiendo correlación entre ellos. Dentro de los sociales se detectó un importante componente medioambiental. La persecución de estos objetivos, que trascienden al colectivo y se extienden a la sociedad en general debiera ser un factor legitimante ante la sociedad y los gobiernos de este modelo de gestión de los recursos naturales, coincidiendo además con las recientes tendencias sobre descentralización en el campo de conocimiento de la gestión forestal. El trabajo analizó las relaciones entre los diferentes componentes del capital intelectual en las comunidades de montes y su desempeño. Para determinar el modelo mejor acorde a los datos observados, se analizaron las relaciones entre los componentes definidos mediante métodos de correlación y regresión paso a paso que permitía detectar las trayectorias de impacto entre los diferentes componentes. Ese análisis exploratorio permitió definir el modelo final. Dicho modelo se estimó mediante sistemas de ecuaciones estructurales por mínimos cuadrados parciales (PLS). Los resultados permitieron contrastar las hipótesis planteadas. Aunque existe una relación directa del capital humano, en concreto el de los gestores, con el desempeño, esta es escasa. Prácticamente nula es la relación del capital estructural, a través de la cultura comunitaria, con el desempeño; sin embargo, capital humano, de los gestores, y capital estructural, en términos de cultura, influyen en el capital relacional, a través de la cooperación, y este en el desempeño. Las relaciones con terceros, en forma de cooperación, incluyendo proveedores, clientes, universidades o entidades tecnológicas y técnicos o expertos, son determinantes, por su efecto directo, y por su carácter de mediador de capital humano y cultura, para la consecución de los objetivos. Estos resultados son consistentes, en parte, con los encontrados en entidades sin ánimo de lucro o entidades sociales, como pueden ser en el ámbito cooperativo, trabajos enfocados desde el punto de vista del capital intelectual que mostraban un mayor efecto en el desempeño del capital humano y relacional frente al estructural (Bontis et al. 2018). También con los de Jardón y Martos, por cuanto, aunque el capital relacional influye en el desempeño, necesita del soporte del capital humano y estructural (Carlos M Fernández-Jardón and Martos 2008) y con los de Sanchez-Hernández y Castilla-Polo, por cuanto solo es el capital relacional el que influye en el desempeño de cooperativas agroalimentarias españolas, siendo a su vez influido por el capital humano (Sánchez-Hernández and Castilla-Polo 2021). En la misma línea los trabajos son coherentes con los resultados sobre la mediación del capital relacional con el humano en relación con las empresas sociales (Arshad et al. 2016; Kianto, Sáenz, and Aramburu 2017; D. Wang and Chen 2013; W.-Y. Wang and Chang 2005). La distinción realizada en nuestro estudio respecto al capital humano de comuneros por un lado y gestores y empleados por otra muestra que, si bien el capital humano de los gestores es relevante e influye en la cooperación, no lo sería el capital humano de los comuneros. Desde el punto de vista de la política forestal es congruente con el enfoque multimétodo de estudio de gobernanza de Sistemas Socio-ecológicos de Janssen, Bousquet y Ostrom por cuanto en las comunidades pequeñas, la experiencia y el conocimiento de la gobernanza de los recursos no son tan importantes como las relaciones de confianza y la comunicación (Janssen, Bousquet, and Ostrom 2011). También en el campo de la política forestal la relevancia del capital relacional en forma principalmente de redes o cooperación había sido apuntada por (Armitage 2008; Biggs, Schlüter, and Schoon 2015; Cinner and Barnes 2019; Giessen and Buttoud 2014; Mcginnis and Ostrom 2014). En relación con el campo de la gestión comunal, se constató un elevado grado de cumplimiento de los atributos y principios señalados por Ostrom para el gobierno exitoso de los bienes comunales (Elinor Ostrom 1990, 1999), si bien nuevas circunstancias, como puedan ser el abandono o infra explotación, o el surgimiento de nuevos objetivos en la gestión de este tipo de comunales, vinculados ya no solo al grupo sino a la sociedad en general, especialmente en economías más desarrolladas, han de llevar a una reflexión sobre la validez o interpretación de algunos de ellos. Desde el punto de vista social, se espera que los resultados del trabajo tengan implicaciones prácticas, que supongan una aportación al conocimiento y reconocimiento de la autogestión de los recursos naturales, así como a su gestión. La mejora en la gestión de los recursos naturales gestionados comunitariamente ha de contribuir al cumplimiento de objetivos de carácter económico, mediante creación de empleo y de un tejido de empresas anidadas que contribuyan a la economía local, y de carácter social, incrementando la calidad de vida del colectivo, manteniendo la cultura propia, la flora y fauna autóctonas, y, a través de estos objetivos, generando valor para la sociedad en general con su aportación a objetivos medioambientales a nivel local y global. Se pretende además que los lazos abiertos durante la realización de este trabajo contribuyan a una colaboración permanente entre Universidad y CMVMC de Galicia, creando capital intelectual en forma de capital relacional.